La revictimización.



La revictimización se refiere a la experiencia de una persona que ha sido previamente víctima de un delito o trauma y se enfrenta a nuevas situaciones similares que recrean o reavivan el impacto de la victimización inicial. Según Johnson (2017), este ciclo de victimización recurrente puede ocurrir en diferentes contextos, como la violencia doméstica, el abuso sexual o el acoso escolar.

 

Diversos factores pueden aumentar el riesgo de revictimización. Por ejemplo, las personas que han experimentado abuso infantil tienen un mayor riesgo de ser revictimizadas en la edad adulta (Widom, Czaja, & Dutton, 2008). Además, las características individuales, como la baja autoestima, la dificultad para establecer límites personales y la falta de habilidades de afrontamiento, pueden incrementar la vulnerabilidad a la revictimización (Macy, Ferron, & Crosby, 2009).

 

La revictimización puede tener consecuencias significativas para las personas afectadas. Las víctimas de revictimización a menudo experimentan un aumento en los síntomas de trastornos psicológicos, como el trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad (Cloitre, Courtois, Charuvastra, Carapezza, & Stolbach, 2011). Además, la revictimización puede dificultar el proceso de recuperación y perpetuar un ciclo de victimización continua (Classen, Palesh, & Aggarwal, 2005).

 

La prevención de la revictimización requiere un enfoque integral. Es fundamental proporcionar a las víctimas el apoyo adecuado para su recuperación, como servicios de asesoramiento y terapia (Kendall-Tackett, Williams, & Finkelhor, 1993). Además, es importante abordar los factores de riesgo subyacentes, como la exposición continua a entornos peligrosos y la falta de redes de apoyo, a través de programas de intervención y políticas de protección (Campbell, 2002).




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